
(Nota I)
Disfrutaremos de un breve recorrido a través de la historia del ajedrez por correspondencia de la pluma de una prestigiosa autoridad en la materia (E. Ferreiro).
Juan Carlos Pérez Rodríguez
El repaso de la historia siempre tiene el arbitrario punto de vista de quien la encara. Mirar el escenario que hoy ocupa ICCF a la luz del que Erich Freienhagen fundó la ICFB (Internationaler Correspondensschachbund / Unión Internacional de Ajedrez por Correspondencia) es improcedente. El mundo de 1928 era totalmente distinto a éste. Pero la diferencia de noventa años no invalida el ejercicio de ver el resultado de un proyecto que se soñó el siglo pasado.
La entidad internacional se la pensó para aunar bajo un criterio uniforme el caos que reinaba, propiciado por periódicos o clubes que organizaban torneos por correspondencia, cada uno con sus reglas.
La Primera Guerra Mundial impuso por la fuerza de las armas nuevos límites territoriales y con ellos otras formas de interrelacionarse las flamantes sociedades resultantes. Los alemanes, que habían cumplido un papel preponderante en la contienda, sufrieron una humillante derrota que los obligó a firmar unas duras condiciones de paz, rigurosas y vengativas. Esta situación fue aprovechada por el austríaco Adolf Hitler que adquirió rápida popularidad con su encendida prédica a favor del resurgimiento germano, desde el lugar que cada uno ocupa. Por eso no puede extrañarnos que aquella intrascendente entidad naciera en Berlín.
Lógicamente el emprendimiento de Freienhagen es la culminación de toda una serie de hitos que acontecieron desde tiempos remotos en el particular mundo del ajedrez practicado a la distancia. Para ayudar a refrescarnos la memoria, haremos una sintética enumeración de los que nos parecen más dignos de resaltar, sin dejar de reconocer que obviamos muchos otros caprichosamente.
AVENTAJADOS
El Emperador bizantino Nicéforo (760-811), ministro de finanzas que accede al trono tras casarse con la reina Isabel en el 802, se aboca a finalizar disputas territoriales con sus vecinos, Carlomagno (742-814, Rey de los francos) y Harún Al-Rachid (763-809), Califa de Bagdad. Este último brillante militar y protector de las ciencias y artes, le envía un presente para retribuir la amistad de Nicéforo y lo invita a jugar una partida de ajedrez, concediéndole la oportunidad de realizar el primer movimiento. Los recopiladores coinciden en mencionar a éste como el primer antecedente. Enfermo Harún (el mítico personaje de los cuentos en “Las mil y una noches”), se interrumpió el juego sin definición.
En 1109 el rey Luis VI (1081-1137) de Francia inició una guerra contra su par Enrique I (1068-1135) de Inglaterra por la posesión de Normandía, que se prolongó hasta el 1112. Tras un impasse, la batalla se reanudó cuatro años después hasta que en 1119, Enrique I aseguró el territorio en litigio para su reino al ganar la batalla de Brémule. Harry Golombek, en su esclarecedora “Encyclopedia of Chess” menciona que además de los mensajes diplomáticos que se intercambiaban, también se enviaban las jugadas de las partidas que ambos disputaban desde el fin de la beligerancia. Alentado por Luis VI, se hizo un infructuoso intento por reconquistar Normandía al año siguiente, lo que puso final a la lucha en el tablero.
PRELACION
La primera publicación donde se documenta respecto a partidas de ajedrez a distancia la encontramos en el libro sobre juegos orientales (“De ludibus orientalibus”) publicado en Oxford, en 1694, por el famoso investigador inglés Thomas Hyde (1636-1703).
En el primer capítulo, dedicado por entero al juego ciencia, con el subtítulo en latín “Mandragorias seus historia shahludii”, se encuentra en la página 62 una muy importante referencia al ajedrez por correspondencia, probablemente la primera en toda la literatura. Dice textualmente: “Me han dicho que mercaderes venecianos y croatas, si bien viven en países muy distantes, tienen la costumbre de jugar ajedrez por correspondencia (…, per epístolas Scachis ludere,…). Se requiere una carta por cada movida y es muy costoso para ambos jugadores terminar una sola partida.” En esta referencia tenemos todas las características distintivas del ajedrez postal descriptas detalladamente: distancia, cartas, costo e internacional.
A pesar que el citado libro apareció en 1694, ya estaba completo en forma manuscrita unos veinte años antes, según lo evidencia una carta de Hyde dirigida al sabio francés Melchisedec Thevenot fechada el 24 de junio de 1673 y publicada en “Syntagma Dissertationum” de Hyde, Oxford 1767 (tomo II, pág. 464). Se puede inferir, por lo tanto, que esta alusión se refiere a un período del año 1650, o tal vez anterior.
FALLIDO
El primer registro certero acerca de concertar un match a distancia entre dos ciudades se lo ubica a fines del verano de 1706, cuando el 1° de septiembre el entusiasta ajedrecista Maurice de la Caze le envía desde Amsterdam una carta (conservada en la Cleveland Public Library, Ohio) a su par Phillip Sunderland, proponiéndole un encuentro epistolar entre representantes de Paris y Londres, pero con determinadas variantes de las reglas usuales. Sugiere, entre otras, la colocación cruzada de los reyes y damas, al estilo del viejo juego hindú y que la primera movida obligatoria fuera “e3” (P3R). Condiciona, además, que el mismo comience al terminar la guerra de sucesión española (1701-1713). El match nunca llevó a materializarse, según informa Harold Murray (1868-1955) en su monumental “A History of chess”, Oxford 1913, pág. 845.
VEDADO
Además de los palacios y los cafés, el ajedrez se practica en las instalaciones religiosas. En varios libros antiguos se reproducen grabados donde se aprecia a sacerdotes y monjas jugando.
Durante el siglo pasado, el interés del clero por los trebejos había alcanzado a todos los niveles. Se menciona a los papas Urbano VIII (1623-1644) e Inocencio X (1644-1655) como grandes aficionados, al igual que a varios cardenales y monseñores, que demostraban habilidades poco comunes.
En tiempos que los reyes y pontífices no congeniaban, sacaban a relucir sus despotismos. Por caso como cuando las autoridades eclesiásticas prohibieron que los monjes practicaran ajedrez en público, pues a este juego se lo equiparaba con el de naipes y dados, donde mediaban apuestas de dinero.
En la segunda mitad del siglo XVIII se generalizan las acciones para recortar el poder de la monarquía, reclamar la igualdad social y bregar por la tolerancia religiosa.
RENOVACION
Europa era, hasta la mitad del siglo XVIII, un campo de batallas. Pero las crisis financieras derivadas de ellas provocaron cambios en los gobiernos de los involucrados, a raíz del surgimiento de filósofos y economistas que trataron de buscar caminos alternativos para el progreso individual. Las ciencias y las artes ganaron una importante consideración en la sociedad. Y el ajedrez no fue ajeno a ello.
En los últimos 25 años de la centuria sólo hemos podido rescatar tres menciones, que tienen el valor que se le puede atribuir a una transmisión oral finalmente volcada a libros posteriores con vagas referencias y sin documentación.
PRIVADO
Uno de los aludidos es el gran Francois Philidor (1726-1795) padre del ajedrez moderno, que comenzó a jugar por correspondencia con sus amigos cuando razones políticas lo obligaron a exiliarse en Londres. La falta de equivalencias las equiparaba otorgando piezas de ventaja. Seguramente estas circunstancias primaron para que no se conservaran las partidas, tomadas como simple divertimento y excusa para tener noticias de ellos. Nombres y resultados han quedado reservados a la intimidad.
Otro practicante mencionado es el filósofo y escritor francés Francisco Arouet, que utilizaba el seudónimo de Voltaire (1694-1778). De la pluma del reconocido jugador y periodista Pierre de Saint-Amant (1800-1873) surge la cita que se refiere a Federico II, el Grande (Prusia) que vivió entre 1712 y 1786, como el habitual partenaire de aquel.
DETALLES
“El rey Federico ha estado jugando por correspondencia con Voltaire; un correo oficial del estado prusiano ha estado viajando continuamente entre Berlín y Ferney, a fin de transmitir las jugadas y mantener las partidas ininterrumpidas” (Revista degli scacchi, 1859). Dado que Voltaire compró la bucólica propiedad de Ferney en 1758, se puede inferir que las mismas se desarrollaron a lo largo de las siguientes dos décadas.
Para dar verosimilitud a estas partidas, se hace frecuente alusión a una carta del 23 de diciembre de 1740 (“Oeuvres de Frederic le Grand, vol.XII, Berlín 1853 y “Briefwechsel Friedrichs des Grossen mit Voltaire”, vol.II, Leipzig 1909) analizada por Tassilo von der Lasa en “Deutsche Schachzeitung”, 1871, pag. 333) pone en duda que los dos históricos personajes hayan jugado, invocando que Federico fue el ejemplo de una vida austera y muy severo con el control de las finanzas del estado. Atribuye estos “matches” a la imaginación de Saint-Amant. Las aguas están divididas.
Aunque con menos precisiones, también se menciona a Catalina II (1729-1796), que reinó en Rusia desde 1762, cuando tomó contacto con los filósofos franceses Diderot, Voltaire, Montesquieu y D’Alembert, autores de la Enciclopedia (1751), cuya lectura la impactó. Esta circunstancial relación entre Catalina y Voltaire, varios tratadistas la imaginan confrontando ideas doctrinarias y jugadas de ajedrez por correo. (continuará …)
Juan Carlos Pérez Rodríguez
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